1146 LAURO LAURI
Maravillas hizo un ligero saludo al juez y salió del despa-
cho de éste.
“Josita no le descubrirá—musitó—.. Josita es muy:nove-
lerasy no le delatará.” : 7
—i¡ Eh, señoraj—dijo a sus espaldas el altares ño—.- ¿Qué lo
ha dicho el señor juez? A mí me ha dicho un alguacil que a
* mi hermano lo pondrán en libertad pasado mañana,
Maravillas se estremeció como si en la nuca le hubieran
echado un jarro de agua fría.
“Es él—se dijo—. No me equivoco. Es el ladrón miste-
riogo.”
— Aquí no me parece oportuno hablar—le respondió la gi-
tana—. Acompáñeme a mi casa y allí se lo diré.
—¿No me reñirá su marido?
-—Mi marido está muy lejos de aquí y no se enterará de
nada. ]
-No hay más que hablar. ¿Quién dice que no a una señorita
tan maja?
Y el alearreño la siguió. Maravillas tomó el camino del
Hotel Nacional.
—/Mecachis en un pepino!—dijo el alcarreño—, Aquí, en
Madrid, todo es delito. ¡Mire que meter a un hóns re en la
cáreel por atarse las alpargatas! ¿Qué le parece?
—Que está muy mal hecho. Mi hermana tampoco ha hecho
nada, '
—¡ Ah! ¿Es una hermana suya la que está detenida?
—Así parece—repuso Maravillas. E
—¿Y qué le ha dicho el señor juez? ¿Que la pondrán en li-
sertad o que la llevarán a la cárcel de Alcalá?
—(Que la pondrán en libertad si denuncia a un hombre.
Miró al alcarreño y vió que éste se estremecía,