1180 LAURO LAURI
5 :
—Que será hoy, si usted me acompaña. No me miro, con
Jesconfianza, que yo le doy mi palabra de que no le haré
nada malo.
-—Muy bien. Lé acompañaré a Madridejos, y allí escucharé
con usted la historia de Mercedes y de una señorita de Mas
Arid.
—¿Y esa señorita es mi esposa, no?
-—AlMí nos lo dirán esos dos ancianos, si quieren decírnoslo,
files Espéreme aquí unos momentos. No tardo nada,
don: Alvaro, entrando en Ja quinta, se perdió entre la
E
No tardó en asomar en su magnífico y lujoso auto, que él
mismo conducía con segura mano.
—¡ Arriba, don Jacoho! Todo será que nos estre llemos por
un terraplén.
Don Jacobo subió, y al instante Malaespina puso el eo-
che en marcha, saliendo por la carretera de Toledo.
-No se asuste—le dijo a don Jacobo, que sentado en los mu-
llidos almohadones se hallaba silencioso y abismado—. No se
asuste, que lo voy a poner a toda marcha.
Y pisó con fuerza el acelerador,
Aquello no era correr, aquello era volar por ta blanca carte-
4era, orlada de montes e incultos tomillares.
Aleún pueblo de pardas casitas y torre achatada, negros |
«
montes, verdes huertecillos, amarillos trigales.
El ancho Tajo. Los montes de Toledo. Las llanuras man-
chegas, Por fin, Madridejos.
Tras de interrogar a tres o cuatro individuos que pasea-
han por las calles se detuvieron ante la puerta de una Casa
de modesta apariencia,
Al oír la bocina del auto salió un hombre de avanzada
edad.