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LA LEY DEL AMOR 121 
Sur Ed ¡Juan José el “E imiperaor” t: ¿Qué q querrá? 
Y abriendo la puerta, no sin € ¡erto recelo, dió paso a: tres 
a uño de log cuales cerró Ja puertaldesde el interior, 
Miguél-los abarcó con una mirada y 10' pudo por menos 
de estremecérsé al ver que log dos acómpañantes de José iban 
enmascarados. 
«¿Qué es esto?-inquirió, mientras retrocedía como: que- 
riendo refugiarse en las habitaciones inte riores. 
—¡Quieto!—le dijo con tono imperativo el otro. Súano=. 
No temas; gue son amigos míos, 
«—¡ Jai ¡Bu., jal-—rieron: dos dos enmascarados al ver el pás 
nico del de Antequera. ' 
Este mordióse los labios y se gerenó: 
—Nada—dijo. para justificarse No, ha pe asado. nada. Ha 
sido la sorpresa de-los pis imomentos, pero. yo.soy; tan 
hombre como el que más. Aquí tienen silla, y si ensalgo les 
puedo servir, toda, la noche.es mía. 
== (Queremos hablarte, Migue lito=—dijo el: demás edad, de los 
dos enmascarados. 
—He dicho: que toda la noche. es mía. Quiero decirles; que 
podemos estar hablando hasta el amanecer. / 
—Es suficiente un cuarto de hora—agregó el enmascarado 
que había hablado/anteriormente. 
Y como.mirasen con desconfianza a la puprt a de la alcoba, 
Miguel la cerró y echó la llave. 
—Hablemos despacio, aunque mi esposa es muy discreta— 
dijo Miguelito, 
-—Hablemos. 
va de más edad, que debía ser el jefe, después de sen- 
tarse en una silla, empezó a hablar. 
—Miguelito—dijo—, ¿quieres ganarté mil duros por tener 
La Ley del Amor - Folletín, : Cuad. 16
	        
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