ÚS
LA LEY DEL AMOR
Y el “Maleomío” contó a don 'Alvaro lo que ya saben
nuestros lectores,
—¿Así, que tu esposa está en la cárcel?
Y Dios la tenga allí muchos años para bien de su marido,
Y como el mejicano le mirase con fijeza, añadió:
Que Dios la tenga allí mucho tiempo para que no la es-
trangule su marido, ya que en nuestra raza la mujer que le
es infiel al marido tiene pena de muerte. y :
—Maravillas me fué también infiel a mí—repúso Malaes-
pina—. Infiel y embustera, pues me hizo creer que había te-
nido un hijo, siendo así que se lo había alquilado al hijo de
Manolito el “Uñas Largas”.
-—¡ Ah!—exclamó Juan José el “Emperaor”-—. a Estaba US-
ted enterado?
No soy tan inocente como para tragar ruedas de molino.
—¿Y a pesar de todo continúa el niño en su casa?
—AMí lo tengo, aunque sé que no es hijo mío. Mira tú lo
malo que yo soy. Y
¿Y lo tendrá por mucho tiempo?
=No—répuso secamente Malaespina—. No lo tendré mu-
cho tiempo porque la estoy tomando cariño, y no quiero que
este sentimiento arraigue en mi corazón.
Y después de unos minutos más de charla se de pidió de
los gitanos y salió a la calle, subiendo al coche y acomodán-
dose en los mullidos asientos.
Muy pronto hallóse en la quinta, donde fué recibido por
SL ESposa.
—Mo tenías inquieta—lo dijo, clavando en él la mirada de
sus ojos rad :
—¿Inquieta? ¿Y por qué? No me va a ocurrir un accidente
todos los días.
—La culpa la tiene mi sistema nervioso,