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LA'LEY DEL AMOR 123 
de España, vendrá a esta casá do noche'y en un € :tado que te 
hará creer que está muerto, pero no lo estará. 
— ¡Y permanecerá dormido los ocho o diez días?—-le pregun- 
* 
tó con insenuidad el esposo de Maravillas. 
«No. Sólo le nardotizaremos para traerlo, pues durante el 
tendrá puesta una” camisa de 
, 
1 
L 
A 
tiempo que permanezca aqu 
fuerza que le impedirá todo movimiento. 
<=: Y quién lo dará el alimento? Porque, como es lógico, no 
querrá usted que le dejemos morir de hambre. 
= Tú o tu esposa. ¿No veis que sólo lé vais a tener, como te 
he dicho, unos diez días? 
-—Bajaré yo y se lo daré. M E esposa no se mezcla para nada 
en mis negocios: 
«AN4 tú, El caso es que le deis el desayuno, la comida y la 
cena. El dís que To saquemos también saldrá “adormilado, 
para que no pueétla decir dónde lo tuvieron encerrado. 
¿Y si un día. me ve por la calle y me denuncia? 
¡Que no, hombre, que no! Que no te dejaré un cabo suelto. 
Miguel el de Antequera se calló y se dispuso a obedecer 4 
aquel hombre, cuyo acento era tan imperativo queno admitía 
discusión. A través de los dos agujeros del antifaz se le veían 
dos ojos azules. 
El otro, que era alto, fuerte y mucho más joven, no: des- 
pegaba los labios para hablar. ' 
—Mañana—siguió diciéndole 'el que parecía ¡el jefe==que tu 
esposa te haga con un pedazo de seda un antifaz como el mío, 
él cual sólo usarás para bajar a la cueva a dar la comida al 
hombre que quizá te tracré mañana. Y 
El gitaño sonrió al vér que, como había dicho, no dejaba 
un cabo sin atar, 
—Biéen—dijo Misueltó—. ¿Quieren bajar a la cueva: para 
ver lo grande que es?
	        
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