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LA LEY DEL AMOR 1259 
Terminada la comida, el mulato quitó el mantel 
—¿Quiere la niña pasearse por la casa?—le preguntó—. 
Aquí, a mi lado, se va a aburrir. 
-—Recorreré las habitaciones para distraerme un poco-C0h- 
testó Mercedes. - , 
El mulato le entregó un' manojo de llaves y le señaló una 
dorada que ella no había visto hasta aquel día. 
—Esa es la del estudio del señorito Manuel, Muchos días 
los pasa encerrado en él, 
—¿Y no sabes lo que hace durante esos días, a qué sitios 
concurre? 
—Me parece que los pasa pintando un cuadro que representa 
una figura de mujer. 
—¿Y dónde está ese estudio? 
—Arriba, en la azotea. No entro en él más que cuando subo 
a hacer la limpieza. Hoy tengo que subir y por eso me ha de- 
jado la Have. 
—¡ Quieres que subamos los dos? : 
—Si—repuso el antillano—. No ereo que ahora llamen a la 
Puerta, 
—Acompáñame, pues. 
Y Mercedes empezó a subir la escalera. 
Jeromo la siguió como una sombra y no tardarón en ha- 
llarse en la azotea, desde la que se divisaba la mayor parte 
del viejo Madrid. 
—Esta es la puerta—dijo-el mulato al llegar a una que daba 
acceso al estudio. : 
Mercedes abrió y entró en una salita en cuyo centro velase 
un caballete con un lienzo. Sobre una mesa había varios pin- 
celes y una paleta. Manuel nunca, había sido un entusiasta 
del arte de Murillo.
	        
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