1272 LAURO LAURI
—A]l mulato lo tengo encerrado en su alcoba. Aquí está la
llave,
Y entregó a Manrique una Hlaye de regular tamaño.
Don Alvaro estaba nervioso y sus ojos brillaban con vivo
fulgor. ¡Marilina! Habían encargado al mulato que ocultase
en el desván el retrato de Marilina. ¿Qué retrato era el que
tenían alí?
“Ella es la que ha llamado—musitaba—. Ella o Mercedes.”
Manrique se dispuso a hacer un registro en la casa y dis-
tribuyó convenientemente a los agentes que le acompañaban.
—Tú, Suárez, y tú, Molina, aquí, en la puerta. Yo, con Ar-
mero y con Rosillo, registraré la casa para ver si hay algo en
ella que nos indique el rastro del misterioso.
Acto seguido subieron al piso superior para empezar el
registro por arriba.
No tardaron en llegar a la azotea. En ésta había una puer-
ta cerrada con llave. Manrique detúvose frente a ella y de
uno de sus holsillos e una ganzúa.
—Aquí debe haber algún misterio—dijo el agente—, ¡ Aten-
ción!
Y sacó su reyólyer, haciendo lo mismo sus acompañantes,
—Traiga usted la ganzúa, que yo abriré—le di jo don Alvaro.
-—No—repuso Masnrique—..No quiero que el primer tiro ¿ea
para usted.
Y él mismo abrió la puerta del cuarto donde aquella 1 mis-
ma mañana habían estado Mercedes y el mulato. Manrique
se dió cuenta en el acto de que allí no había un alma. -
—Nada—dijo—. Eo sólo se ve el caballete de un pintor.
Y al decir esto aproximóse al mismo y levantó la gasa
azul, descubriendo el retrato de Marilina.
Don Alvaro retrocedió un paso, quedándose contemplando
el lienzo con los ojos muy abiertos.