1271 _.LAURO LAURI
«—¿ Y cree que no debemos buscarlo?
—Nada se pierde, ya que estamos aquí.
-—Aún no me ha dicho usted lo que quiere y... si está den-
tro de mis atribuciones...
El mejicano dirigió una rápida mirada al lienzo y se llevó
un dedo a los labios,
—Que no diga usted el nombre de la modelo —musitó,
—No, señor—repuso Manrique, haciendo con los labios un
gesto de inteligencia.
—Bien. No le entretengo más y salgamos de este cuarto para
reanudar la búsqueda.
—Sí, señor.
Manrique cerró la puérta, y después de recorrer la azotea
sin hallar nada que les llamase la atención se repartieron por |
las obscuras y solitarias habitaciones. Un enorme gato que sa-
lió corriendo les hizo creer que era el misterioso. 5
Don Alvaro iba con Manrique por una de las alas del des. , |
tartalado edificio cuando al penetrar en un largo pasillo sonó
un tiro de revólver y una bala pasó silbando por encima de
sus cabezas. ; ]
— ¡El misteriozo! —exclamó el agente, pegíndose al muro—.
¡Hay que matarlo como a un perro!
Malaespina, que era un jabato, sacó su revólver y avanzó
a todo eorrer por el obscuro pasillo, despreciando las adver-
tencias del agente.
—¡Que le va a matar, señor Malacspina! ¡ Acérquese al mu-
ro para no presentar un blanco seguro?
Entraron en otro pasillo que tenía a los lados muchas ha-
bitaciones. Al dar la vuelta al mencionado pasillo sonó otro
disparo y don Alvaro dejó escapar un rugido feroz, Támba-
loóse, y de no haberle sostenido Manrique hubiera caído al
suelo desplomado. * ,