LA LEY” DEL AMOR 1284
En un-momento cubrió el lienzo y lo dejó: todo lo misme
que estaba, dejando los pinceles encima de la mega.
Acto seguido: esperó sentado en la silla de Mimhra,
No tardd, en: oír que llamaban en la puerta.
—Abre, Mañuel—oyó que le decían.
Manuel abrió y enseñó a su padre el retocado Yeitato dle
Marilina.
-—El retoque está muy bien hecho. Manolito, eres el mejor
pintor de España.
Aficionado nada más, padre mío,
—No, no.
Apagaron la luz y salieron de la estancia, dirigiéndose a
la alcoba del mulato. A
Don Juan Manuel miró. a la calle, no viendo en ella nada
Que le llamara la atención.
—No se ve un alma—dijo mientras se retiraba del balcon-
cillo y se aproximaba a la puerta de la alcoba de Jeromo.
Llamó en ésta con los nudillos de los dedos y al instante
Se abrió.
—Buenas noches, amitos—les saludó Jeromo en voz baja.
—¡Buenas noches, hombre!—Je eontestó don Juan Ma-
nuel—, ¿Qué es lo que pasó añoclre aquí?
—Que le dispararon un tirito a un señor y le hicieron san-
grecita en la barriguita.
El misterioso echóse a reír, mAs no hizodo mismo Manuel,
que miró muy severo al mulato.
—¿ Quién le ha enseñado el cuadro al mejicano?—le pre-
guntó. ;
—El lo vió cuando entró en el cuarto. Yo no pude evitarlo
porque me dejaron encerradito en mi alcoba y me amenaza-
ron con pegarme un tirito si no me estaba calladito.