136 LAURÓ LAURI
-—No. Ha estado hablando de un modo muy normal y no
se ha negado a tomar la medicina que anoche le tecetaste.
1]
—Mas el que está peor que ella es su marido, que allí, arre-
lanado en un sillón, mudo y abismado, parece la estampa de
la Muerte: 4
—Con decirte que anoche me ofreció tun millón de pesetas
si curaba a su esposa...
—¿Un millón ?-—dijo Juan; brillándole"los ojos como dos
hogueras.
—Así me lo dijo el señor Malaespina
—¿ Y nos lo dará?
—No seas bobo. ¿Quién hace caso de un hombre que está
loco por el dolor que le domina?
—¿Y si se empeña en que lo aceptemos? El es más rico
que nosotros.
-—Juan—dijo Manuel algo alterado, yo no aceptaré una pe-
seta de su mano; tú puedes fijarle esta noche tus honorarios,
— Ye pones muy nervioso, hermano mio».
——H8 que...
—Aíúm la amas; no me lo niegues, Manolillo
-—¡Bah! No hablemos de ella, para' recordar unos amoros
que hace tiempo murieron, lo mismo en su corazón que en
el mío. Que se ponga hien y a no pensar más en ella.
—Tíú lo que debías hacer es casarte con Mercedes.
Manuel] no contestó, y ante su silencio Juan salió muy
despacio dle la sala.
No serían las ochoa de la: noche cuando visitó nuevamente
a Marilina.
Al regresar, Manuel no estaba alí, y llamó a la puerta de
la alevha de su padre, el cual no tardó en descorrer el eertojo
con la varilla de hiefro,