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LAURO.LAURI
—Me. parece muy bien—aprobó—, Ahora hay que cortar
esa fiebre tan alta que la domina.
Me quedaré aquí mientras tú subes y avisas a Jeromo.
No creo que le baje la fiebre sin tomar la medicina que le he
recetado.
Manuel salió de la estancia, y mientras subía la escalera
don, Juan trasladaba a su tía a la cama y la acostaba. Su cuer-
po abrasaba a causa de la fiebre que la dominaba.
No tardó en regresar Manuel. Traía una pequeña maleta
en la mano.
—¿Qué traes ahí?—le preguntó su hermano.
—Mira—repuso Manuel, abriendo la maleta y depositanao-
la encima de la mesa—: medicamentos, azúcar, té, pastas, ga-
lletas, aguardiente para nosotros y otras cosillas necesarias,
—Me parece muy bien.
Y el mayor de los dos Araciles se puso a examinar los me-
dicamentos.
—Aquí hay algunos que pueden serle necesarios,
—Este—dijo Manuel, tocando con un dedo. una cajita de
hojalata.
—Y éste—añadió don Juan—. Tanto es así, que le yamos a
dar-una toma ahora mismo.
La caja contenía unos pa Delitos, y éstos unos polvos que
parecían azúcar. |
Los polvos de un-papelito fueron disueltos en un vaso de
agua, y don Juan se los dió a beber a su tía Blanca Nieves,
la cual no le reconoció.
—Bien—dijo—. Tengo que marcharme antes de que ama-
nezca. Mañana por la noche vendré a ver cómo sigue.
Salió del subterráneo, sacó el auto y, después de cerrar la
"puerta, partió para El Escorial.
Jeromo no tardó en llegar al subterráneo con la medicina.