LA LEY DEL AMOR 1421
El león exhaló un rugido, abriendo sus temibles fauces.
Entonces salió Estanislao con botas de montar y un lá-
tigo en la mano.
=¡Quieto, “Mirrango”!
Y el DAA dAdO, abriendo la puerta de la jaula, penetró en
Su interior. El animal le miró y le enseñó sus afilados dien-
tes, mas el esposo de la maravillosa hungarita no se estre-
Meció.
-¡Quieto!—le dijo—. ¡Quieto, si 10 quieres que te dé!
Y blandió el látigo sobre la cabeza del león, el cual
trocedió hasta quedar pegado a los hierros.
—¡ Arrodíllate!—le dijo Estanislao con acento amenaza-
dor-—, ¡Arrodíllate!
Un rugido hizo estremecer a muchos de los espectadores
de la terrible escena
—¡Arrodíllate!
Y como el animal quedase indeciso, le dió en el lomo un
terrible latigazo.
Nuevo rugido del león.
—¿Te arrodillas?
Y nuevamente descargó su látigo sobre la fiera. El león
terminó por arrodillarse como si fuera un perro y quedar hu-
Millado a los pies del magiar. |
Entonces apareció Isabel, que penetró en la jaula con una
tranquilidad impropia de su sexo.
—¿Qué le haces al leoncín? ¿Por qué le pegas con el látigo?
Y abrazó al fiero animal como si abrazase a un niño.
—¡No le pegues, hombre! :
Le acarició la melena y le besó. aj to seguido se puso un
terrón de azúcar en la boca y acercó sus labios al león.
Este, que la miraba con fijeza, se lo cogió sin hacerle el
Menor daño.