LA LEY DEL AMOR 1447
lardín. Junto al tronco de una acacia se hallaba el “yabato
Marilina acercósele y le habló con el mayor misterio.
Acompáñame al teatro—le dijo—. No puedo ir sola.
—Al mismo infierno que usted quiera—la tranquilizó e
Slarda, el cual la quería mucho por haberla tenido en sus bra-
208 cuando era una niña,
—Tienes que ir a por un taxi, puesto que la noche está muy
Mala—le dijo.
—Sí, señora. Usted me dirá a la hora que tengo que ir.
—Dentro de hora y media.
Muy bien. A sus órdenes, señora.
Marilina subió a sus habitaciones y procedo a nacer su
totado con la ayuda de la doncella.
A eso de las diez salió el “Jabato” de la áuinta, no tar-
ndo en oírse la bocina de un auto.
“Ahí está”, murmuró.
Y ya iba a salir de su cuarto cuando apareció en la puerta
l»encopetada doña Ursula.' 4
—¿Quiere la señora que la acompañe?—inquirió con servil
Umildad,
—No—repuso en tono seco Marilina—. No la necesito para
ada.
Y con la majestad de una reina ofendida bajó la escalera
Se dirigió al lugar donde la esperaba el auto de «alquiler
ld estaba también el “Jabato”, que negóse a subir en. cora-
dañía de su señora.
"Me sentaré en el “baquet”, al lado del chófer.
El coche partió y en pocos minutos recorrió el trayecto
Que lo separaba de la plaza del Rey. Allí bajó la esposa de:
%M Alvaro, y después de abonar el servicio sacó en la ta-
Milla del circo dos butacas de la fila quinta.
Muy pronto estuvieron acomodados y. rodeados de multi-
y