-— Bien: telefonéale. Tú no te mu:
es de aquí.
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y u$ harias t
¿Y si no te hiciera caso y me marchase?
1
Don Alvaro rugió como un león herido.
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-—¡ Ah!—exclamó-—. Tú no sabes lo que es el poder de la
npotencia.
Y” Le , . ., ] 1 d y e,
Y rechinó los dientes como si fuera a darle un ataque epl-
NA ed Dd Pia Va SBdA w +tu hiar
“e 1W19/11Ma, nO te Marches! le lo digo por tu len.
ne iré para que veas que valgo n
É 4 / de 4 p Par
«Y 10 Té NlIegues a aceptar el dinero que te oIrezco.
At | mias ¡ 1 1 sde ¿ WA 33 p
Ante la angustia del acento de su esposo, Marilina a00e-
E A varíe 2 «mu mar mud: la ell: 1 UD |
AGemas, no queria. que su L 140 audase de ella n1 Ya
+ ASTante. ;
Y
Y. se sentó para tranquilizarle, pues le veía n
Algo más de una hora permanecieron sin |
dijo el mejieai:) rompiendo el embar:
loneio, eoge una lHavecita que tengo en un bolsillo del abrigo
¿ al s 1 E
y abre con ella el cajón de mi mesa de despacho. En él en-
irarás un fajo de billetes. Toma la cantidad que necesites.
-—Mañana la cogeré. Hoy no la necesito.
—¿ Dos; mi dinero?
—No haciendo un gesto neg: Ya me lo da-
rás 1 asa para dirigirme al puente de
Poda
Y don Alvaro q ado, IS su os se
disponía a leer una novela
“Na me maverá de
X0 me mMovere (de
'¿Dlerte me vea a ul
q E 4 A A »
és el amor, aunque este no n08 salga ael alma,
., ¿ LA La he ey
Umpló $us. pensamientos el timbre: del tel
LIO A SU esposo y vió que este saguía durmiendo,