1612 LAURO LAURI
¿Se ha: marthado ese hombre?—le preguntó con acento
alterado Milagritos, que estaba algo pálida y nerviosa.
Sí, hija mía. Ahora mismo ha salido. ¿Querías algo?
(Quería no verle más por aquí—repuso la niña con gran
naturalidad.
—¿Y por qué, hijita mía?
<—No lo sé, pero me ha dado frío cuando he vistó 4 ese
hombre,
-Eis el abuelo—dijo Manolito, que hasta entonces no ha-
bía despegado los labios para hablar.
—¿ (Que es el abuelo?
-—Mi abuelo..., sí...: el que mató una noche al tío Arroyo—-e
dijo-—. Sí, sí: es él, Yo no le quiero, ni tú le quieras, Milagri-
tos, pues es un hombre muy malo,
Y en su rostro apareció una sombra de terror, mirando
con recelo a la puerta de la sala.
Que no venga ese hombre, Milagritos. Si. viene nos en-
cerraremos en el enarto, y, cerraremos la puerta para que no
nos mate.
Maravillas estaba que:se la podía ahogar eon un hilo.
“¿Fl misterioso? ¿El hombre que mató a, mi marido?
¡El ladrón que tiene aterrado a todo Madrid?”
Sintióse mdispuesta, y se acostó,
“Mañana por la noche vendrá”, murmuraba sin cesar.
Y después de muchas meditaciones decidió fingir un amo!
que no sentía, un amor tras el enal se ocultase un odio afri-
cano.
“El misterioso debe tener un tesoro oculto en aleún subte-
rráneo”, meditó.
Y al pensar esto acordóse del subtérráñeo dde la casita del