162 y LAURO LAURI
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Margot obedeció y al mu
lando en regresar eu un t
Marilina; envuelta en un abrigo blanco, ya la esperaba
mn la puerta del jardín.
¿Quiere la señora que la acompañe, por si le pasa algo o
se pone mala?
2-Acompáñame—dijo, mientras subía al coche y se aco-
modaba en uno de los asientos.
Margot hizo otro tanto, y Marilina dió al chófer una di-
rección: ,
Aliúmero 16 de la calle de San Bernardo. Le agradeceré
gue vaya muy ligero. ]
Arvancó el auto, y muy pronto estuvieron frente a la casa
de Aracil,
—Espérenos aquí, cue quizá lo necesite todo el día—le dij
al chófer, que tenía eh log ojos una interrogación.
—Muy bien, señora.
Acuinmpañada de Margot subió la escalera y al instante
oprimía el timbre con ademán nerviog0.
Abrieron la puerta y resonó un grito de júbilo.
—¡ Marilina!
soda | Mercedes!
—¿Yú por aquí tan temprano? e
Abrazóse ¿4 Mercedes y le humedeció las mejillas con sus
abundantes lágrimas. Entraron en úna salita, y antes de sen-
tarse Marilina le preguntó:
—¿Y don Juan? ¿Ha venido esta noche don Juan?
—No-—“repuso Miercedes—. No ha venido en toda la noche,
y lo mismo don Juan Manuel que su hijo están muy ihtran-
qguilos.
—Mi esposo está con él— tartamudeó Marilina,
Y rompió a llorar con amargura,