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164 LAURO LAURI 
Y al múurmurar esto bajó la vista al suelo. Como si lo hu- 
bieran echado por debajo de la puerta, había un sobre alar” 
gado. 
Manuel se estremeció. 
“¿Qué es esto? Un sobre con una cuartilla dentro escrita 
a máquina. Y viene dirigida a mí.” 
No necesitó rasgar el sobre, puesto que no estaba cerrado, |] 
y en ul momento devoró el contenido de la cuartilla, 
He aquí lo que leyó, al mismo tiempo que su rostro se 
volvía pálido como el marfil: 
“Sr, D. Manuel Aracil. 
No se mueva usted de su casa para salvar a Malaespina 
de las garras del ladrón misterioso, porque, aparte de. ser 
inútil asesinaría a su hermano Juan. Así: asesinaría. Ahora, 
si quiere usted salvarle, no salga de casa en toda la mañana, y, 
a las cuatro de la tarde lo tendrá, sano y salvo, llamando a 
la puerta de su casa, 
Un hombre que no le ha matado a usted 
porque no quiere su muerte.” 
«Sap el ladión' misterioso o algún familiar suyo”?, se 
preguntó Arácil, sin pensar que el famoso ladrón estaba en 
la Cárcel Modelo de Madrid. 
Quedóse indeciso, y de pronto recordó. No; Milano Tar- 
tarescu no podía ser el que tenía secuestrados a su hermano 
Juan y al esposo de Marilina. 
¿Y sí el encantador de serpientes no fuera el ladrón mis- 
terioso? 
“No—musitó-. No me equivoco, puesto que se encontró
	        
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