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LA LEY DEL AMOR 167 
Un momento después oyó como Marilina y Margot 
lespedían de Mercedes, 
un taconeo por: el pasillo y cervarse la puerta que 
ya acceso a la escalera. 
11 
Qué diría de mí si supiera que est escondlidó, 
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sin na0er 10 en ca de su marido Me artojalida «lt 14 EN) 
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mi M0 Manada qué podria yo repilicaTio. 
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Mnalsbase nervios0 y la penaha haber accedido A. Ace. 
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Trarge. 6n su casa tan de el, s1 lo supieran, 404 eno Y 
Manrique de Lar 
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ventóse en del lecho con el coraje dibujado en 
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su rostro. El ladrón misterioso, seguía putlandose de es desde 
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a cárcel Tres o cuatro veces le acometicrón des de sar 
de su escondite y lanzarse en busca de su hermano v del hom- 
bre al que tanto aborrecía. E 
Consultó su reloj y vió que marcaba las doce del día. 
«Aín falta mucho para las eurtro-musitó—. Si a .esa 
hora no está aquí saldré en busca de-los dós y no volveré 
hasta que los traiga.” 
Algo más de las dos serían cuando entró el mulato. 
— Aquí le traigo al niño la comida, Ni el señor 'ni la niña 
l 
—Muy bien. Así me gusta a mí que séas; no lo perderás 
—El niño sabe muy bien que no soy interesado. 
Y le dejó la comida encima de la mesita de noche. Aracil 
no la tocó. 
No tardaron en dar las tres. ¡Qué hora más larga se le 
haría hasta que dieran las cuatro! La ansiedad le mataba, 
El menor de los ruidos le hacía estremecerse. 
“Nada. No permaneceré ni un minuto más aquí ence- 
rrado”, se dijo, mientras se mordía el labio inferior hasta 
- hacerse daño.
	        
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