LA LEY DEL AMOR 1741
Y, de pronto, sis ojos se detuvieron en un palco del en-
tresuelo, P
-—¡Ah!—dijo, poniéndose más blanca que un agonizante.
¡AM está con la domadora, con su amante]
Manuel siguió la dirección de su'mirada y también vió
a Malaespina,
¡Hombro! Don Alvaro.y la bella fsabel. Qué prortto- se
le ha pasado el dolor por la muerte de su esposa. (Quizá sepa
ya que a la que mató fué a una muñeca,
Y con mucho disimulo avanzó y se puso debajo del paleo
que oeupaban don Alvaro y su amanto.
-—¿Quién será el mozo que está, con ellos?—se interrogó—.
Me pondré junto a ellos, y. mo me será muy dificil escuchar.
Así lo hizo, y mientras ponía la; máxima atención en lo
que hablaban Isabel y el mutilado Malaespina, sus OJOS $€-=
guían a la elegante maniquí del “Jardín de las Tullerías”.,
Una heterogénea multitud llenaba la sala, los palcos y
hasta las delanteras. 1
Huríos, reinas, sultanas, turcas, húngaras, holandesas,
majas, moros, indios, bebés, mosqueteros, soldados de varios
ejércitos europeos y americanos y muchas máscaras difíciles
de enumerar.
No obstante, la belleza de Marilina atraía todas las mira-
das de la multitud.
e ¡Qué mujer más bella! —decían,
Ísabel, al sentir tanto elogio, fijóse en ella y se estro-
Meció, )
—¡ Mira! —dijo, tocando en un hombro a su amante,
-—¿Qué quieres que mire?—inquirió él,
—Al grupo que forman aquellas mujeres que hay junto a
la orquesta. ¿Quién es la que lleva el traje blaneo?
Malacspina miró y sus ojos se abrieron como si se fueran