LAURO LAURI
—No piense queallí le voy a asesinar—le dijo—. Sólo quiero
que nos entendamos tomo dos buenos amigos.
Tejera, que se había quedado parado junto al auto, subió a
éste resueltamente, y Manuel detrás de él.
-—A1l 2 de la calle del Rollo—le indicó Aracil al chófer, que
esperaba que le diera la dirección para ponér el auto en mar-
cha.
Así lo hizo, y no tardáron en llegar a la casa, donde se ha-
llaba el mulato.
Saltaron a tierra, y Manuel, tras de pagar el servicio, dió
en la puerta un fuerte aldabonazo. Muy poco tardó en abrir
Jeromo; el cual se quedó mirando con cierta sorpresa a “Te-
jerita”,
—Buenas noches—dijo éste al entrar en el ancho zaguán.
Y uno tras otro subieron la escalera hasta llegar al des-
pacho, que estaba en el piso superior.
AMí se sentaron, lanzando Tejera una mirada en torno
suyo.
—Aquí estará más seguro que en casa de don Alvaro—le
tranquilizó Manuel. :
—No, Si no temo—articuló más tranquilo “Tejerita”,
—Más vale así.
Y de un armarito que había detrás de la puerta sacó una
botella de marrasquiño y dos copas de regular tamaño.'
Mientras hablamos iremos mojando la lengua para que
se mueva más ligera, Este marrasquino resucita a un muerto.
“Tejerita” quedóse indeciso y Manuel sonrió bondadoga-
mente al ver su indecisión.
-Beheré yo el primero para que no erea que esta bebida
es un tóxico mortal. y
Y al decir esto se llevó a los labios la copa que no había
puesto a “Tejerita”.