1790 LAURO LAURI
El auto arrancó, y no tardó en rodar por las calles ma-
drileñas,
Malaespina las miraba y parecía sentir dentro de su pecho
algo que le hacía daño.
al itaeiHat mae ds ¡Madrid..., cuánto siento haberte
conocido y tenerte que dejar! No sé qué tieno Madrid que
se mote en seguida en el alma.
Interrumpióse al pasar frente a una tienda de la calle del
Barquillo.
—¡Eh!... ¡No sigas! ¡Ante ese escaparate! ¡Da la vuelta en
Aleulá y para ante ese escaparate!
Y le señaló el escaparate de un bazar, en cuyo centro tes
unían expuesta a la “Muñeca Marilina”.
El chófer dió la vuelta junto al edificio del
Ejército, y pronto se detuvo frente al escaparato que le había
indicado Malaespina.
“¡Qué hermosa! —dijo para sí, ¡Qué divinal*
—Tejera—le dijo—, bájate y pregunta el precio de. esa, mus
ñeca. Al mismo tiempo entérate si se puede desarmar.
El mozo bajóse del auto y entró en el bazar. Malaespina
le vió hablar:con ur señor: alto y grueso, Este señalaba mur
l Ministerio del
E
cho a la muñeca.
«¿Qué le estará diciendo? ¡Mira..;, Mira... € tá quitán-
dole la cabeza! Me parece que sí que se puedo desarmar,”
Al instante salió “Tejerita”.
—¿Qué te ha dieho?=le interrogó don Alvaro al verle junto
a él.
—Que vale mil pesetas y que sí que se puede desarmar,
—Muy bien. Que tela desarmen y:que tela empaqueten. en
uns cnta de madera. Toma el dinero.
4
-S1, señor.
Y Tejera volvió a entrar en la tienda.