LA LEY DEL AMOR 21€
sación y desde este momento somos dos amigos, ¿me puede
dejar hasta mañana quince durillos para comprar un burro
que vale una millonada?
Don Alvaro no contestó y le puso un billete de cien pe-
setas en la mano.
«Tome y no me lo devuelva. Se lo regalo.
-—Muchísimas gracias y que Dios le dé a usted muchos mi-
Tones.
—Y a usted mucha suerte en sus negocios.
Y Malaespina tendió su mano derecha al gitano, el cual la
estres hó, saliendo de la estancia.
Marilina hízole al salir un gesto indefinido e invitó a su
esposo a entrar en la alcoba donde con el tranquilo sueño de
la infancia dormía la parejita de niños. |
Estuvieron mirándolos un momento. Marilina, a su hijo.
con maternal amor, y don Alvaro, a Milagritos, recordando
en su rostro el de la mujer cuyos ojos se le habían metido en
el alma.
“¿Me pondría el gitano en relaciones con ella?”, meditó.
Marilina acordábase de Manuel. ¡Habría salido del sub-
terráneo o habría quedado en él, muerto por la misma mano
que mató a Miguelito el de Antequera? ?
Juntos se sentaron a la mesa, donde Elyira les había puesto
el desayuno. En aquel momento entró Margot con una carta
en la mano.
—Esta carta, para el señor. Es del Hospital.
Don Alvaro posó sus ojos er las líneas escritas a máquina
y se puso más pálido que un agonizante. ¡Doña Aurora ha-
bía muerto!