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LA LEY DEL AMOR ZO
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«—MNUy aci que “sea, ya que ún don' Alvaro, no iba
acompañado,
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e. Y cómo no ge nabra decidido an 11P, sabien 1d0 que 1105%
otros andamos por aquí
ere a que sea de noche para salir sin riesgo de
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ser detenido; pero guarde silencio y sl
ramos escuchando, se-
vo ha oído usted una
hor sargento... ¡Ahora!... Ro ¿N
ligera tosecilla?.
«Me parece que sí... Pero ya están aquí los que han ido a
En efecto, Juan José y los dos guardias acababan de des-
'se de entre las negruras del subterráneo,
iS de los guardias encendió un mechero, y Aracil la
linterna :
e Toma- HO dijo a
1 gitano—, Alúmbranos tú,
Juan José la ó a bailar en su mano. No ol-
A
la muerte de Miguelito el de Antequera.
—No tiembles—le dijo el agente—. No tiembles y ponte de-
trás de mí.
resolución cogió la llave y abrió la puerta, lan=*
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zandose-. por la es
Y CON gran
lera, seguido por el sargento y por los
guardias, uno de los cuales cogió la linterna a Juan José al
ver que éste se había arrodillado,
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—¡ Trae aquí, gallina!—dijo, al mismo tiempo que sonaba
un tiro en la parte superior de la escalera,
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AA Ad dior « y O edo
racil se llevó els mo derecha al brazo izquierdo.
Me ha herido—mu: ¡sitó: —. Pero adelante.
como un gamo se lanzó trás el ladrón misterioso,
nicho la lápida y en. aquel momento
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1 Jardin,