5 «Capítulo XXVIII
| EL ABUELITO
mo ' arilina, al quedar sola con su hijo, co-
gió a éste entre sus brazos, sentóle en
sus rodillas y se hartó de llorar. El
niño la acariciaba y la besaba con
amor filial en las azucenas de sus
mejillas,
—¡ Hijo de mi alma! —sollozaba—.
22 ¡Qué mala he sido para ti!
Y le pesaba haber ocultado su deshonra y no haber vuelto
a Madrid con su hijo en su regazo maternal,
«—Así hubiera tenido derecho sobre ti.
Y le besaba con apasionamiento. |
Hallábase indecisa sobre lo que haría con el niño cuando [
el teléfono sonó. Dejó al niño sobfe una butaca y se puso el
auricular,
—Marilina—oyó hablar a Mercedes—, ¿Eres tú, Marilina? |.
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