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296 LAURO LAURI 
El hombre era Joselete el de Antequera, que ya sabía que 
era la esposa de don Alvaro. 
“¡Hala! —dijo con cierta resolución el gitano—. ¿Qué es 
lo que espero para desengañar a la muñequita de los ojos 
azules?” 
Y alcanzándola, la detuvo, quitándose el sombrero. 
—Muy buenos días, señorita—la saludó. ¿Me permite de- 
cirle dos palabras seguidas? 
—¿Quién es usted y qué es lo qué quiere de mí?le elijo, 
muy altiva, sin manifestarle si accedía a escucharle. 
—¿Que quién soy? Me llamo José Heredero Macias y soy un 
hombre muy bien educado: 
—¿Y qué quiere? 
—Hablarle de una niña que se llama Milagritos, que ha es- 
tado en su casa varios días. 
—¡Ah! 
—Me-alegro=que sepa quién le digo. Es una niña hija de 
una gitana que tiens los ojos muy hermosos. 
—¿Y qué le pasa a esa niña? , 
—Nada... Que está muy bien y su mamá está mejor desde 
que le ha salido un amante. 
Marilina se puso más blanca que el marfil y tembló como 
las hojas en el árbol ante la fuerza del viento huracanado. 
¿Me interesa algo lo que usted dice?—inquirió. 
—Mucho, señora mía—expuso Joselete—. Maravillas la gi- 
taná; que tiene unos ojos más negros que una noche de tor- 
menta, está bajo.el ampero de un hombre que tiene mucho 
dinero. ' 
-—¿Y ese hombre se llama...? 
—Don Alvaro de Malaespina. Si usted no me quiere creer, 
sígale esta tarde como vo le seguí ayer con mi jaca.
	        
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