338 LAURO LAURI
-—Ignoro si estará vivo o habrá muerto.
—¿No sabéis quién le ha herido?
—No.
Don Alvaro no ignoraba que la autora del delito había
cido su esposa, pero no se lo quiso decir a Maravillas por te-
mor a que la delatage.
—(Quizá los guardias crean que ha sido Manolillo y le anden
buscando por Madrid,
Malaespina dijo que si acaso le detenían pronto le sacaría
él de la cárcel y que aquella misma tarde iría con un médico
a la Dehesa de los Jilgueros.
Hubo un silencio que rompió la gitana.
—¿Qué dice tu esposa de mí?-—le interrogó.
—¡Qué quieres que diga!... ¡Que si te quiero a ti más que a
ella!
—Ya me figuro que tú le dirías que me aborreces...
—No tanto, mi querida Maravillas, Mentir, sí que le tengo
que mentir, pero no tanto cómo decir que te aborrezco,
—¿Pues qué le dices?
—Que la quero a ella sola y que a ti no te quiero. ¡Figúrate
qué sarta de mentiras!...
Maravillas no contestó y se volvió de espaldas para que no
la viera llorar Malacspina.
—¿Qué te pasa?—le preguntó éste-——. ¡Anda, pues no está
llorando!... ¿Tú crees que yo puedo dejar de quererte?
——Terminarás así...
El mejicano la acarició con su fuerte mano,
"—No—negó—. Cada día te querré más.
—Y aún no te he dicho algo muy importante que te quiero
decir...
Don Alvaro posó en ella su brillante mirada y vió que £