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392 LAURO LAURI 
y que os acompañe esa muchacha que ha sido una madre para 
el pobre niño, 
—Muy bien, querido. tío. Mañana vendré con los dos. 
Mucho más siguieron hablando. Manuel veía en su tlo 
Amador una amabilidad impropia de su carácter áspero y 
huraño. 
—¿Y usted se las arregla aquí solo? 
—Mucho mejor que acompañado, querido mío. Me acuesto 
a la hora que quiero, me levanto a la que me parece. Todo lo 
que necesito, que no es mucho, me lo traen a casa. El día 
que tengo que salir cierro con llave. Nadie me molesta ni me 
interrumpe... No tengo, más amigos que mis pensamientos... 
Ni quiero ni aborrezco... ¿Qué más puedo querer? 
Aracil sónrió, y su tío posó en él sus ojuelos acerados. 
—¿Qué he dicho que te ha causado risa? 
—Que ni a mí me quiere. 
Te equivocas. Yo no he citado tu nombre para nada. 
-—Bien, tío. Ha sido una hroma mía. 
—(Que yo no tomo en cuenta, Nada... A ti síte quiero porque 
vales mucho dinero, 
-—Valía hace tiempo; pero hoy no valgo nada. Hoy soy un 
hombre inerme ante-ese ladrón misterioso. | 
Y el. exagente, tras de estar una hora más charlando con 
su tío, salió de la casa y tomó el camino de la Quinta de la Fe, 
Mercedes estaba sola, pues el niño se hallaba con una 
doncella en el jardín, 
—¿Mi padre estará con Jeromo, no? 
—No. Aún no ha salido de su alcoba, donde parece que 
duerme, según dice el mulato. 
¿Qué le pasa?-—dijo Aracil con alguna inquietud. 
—No creo que le pase nada. Que se aburrirá de estar en su 
cuarto y en el lecho se hallará más descansado,