LA LEY DEL AMOR 41
Hizo el chófer un signo afirmativo y el auto se puso en
marcha.
Muy pronto llegaron al lugar citado, abonando Manuel el
servicio y es ido. en poco más de un minuto a] despacho
del juez.
Lon Miguel de la Ballesta, como así se llamaba el MmAgls-
trado, acog1Ó con Mucha amabilidad al doctor y le dijo que
se dispusiera a seguirle hasta la calle del Arenal, donde se
había cometido un crimen misti "1080. )
—Un hombre muy rico ido hallado muerto en el cuarto
de baño por u * que estaba a su servicio—manifestó
el juez.
i Cóntinuación salierón lel despacho, seguidos por el sos
Cl Lario, dos guardias y YA aleus 11,
El auto del Juzgado les esperaba, y una vez acomodados
en el vehículo dirigiéronse a la calle del Arenal.
Ein la puerta de la casa donde se había cometido el crimen
se hallaba otra pareja de guardias, que saludaron respetuosa-
mente al magistrado.
—¡El juez!... ¡Hs el juez! —dijo el numeroso gentío que lle-
naba las aceras.
. El señor Ballesta correspondió muy atento al saludo de
los guardias y subió al piso donde se había desarrollado el
sangriento suceso,
Los que le acompañaban subieron detrás En la puerta
del piso había otro agente de la autoridad.
imbos penetraron en la Vivienda, y antes de entrar en la
habitación donde estaba el muerto el juez interrogó a la don-
cella, la cual tenía los ojos encarnados e hinchados por el
llanto.
—MA señor—tartamudeó—era un hombre que no tenía un
La Ley del Amor . Folletín Cuad. 6