412 LAURO LAURI
El niño hizo un.movimiento negativo.
—¿ Qué misterio envuelve a este niño?—dijo el señor Mel-
quiades,
— ¡Que lamen a los guardias! ¡Que lleyen el niño al Juz-
gado! Un niño no se pierde así como así, El dice que lo ha
traído su mamá. Que la señora Basilisa suba con él a los pi-
sos de arriba y pregunte cuarto por cuarto para ver si alguien
le conoce.
—Muy bien dicho, señora Pepa. Acompáñeme usted, y si no
le sirve de molestia, el señor Melquiades.
—Nada, señora Basilisa.
Y orgulloso de su misión acompañó a la pareja femenina
y al niño misterioso. Puerta tras puerta fueron llamando con
resultado negativo.
—No sé quién es este niño. De la casa, no es.
—Metido en el ascensor me lo he encontrado. ¡Qué padres,
Dios mío!
—¡Y que lo diga, señora! ¡Hay que ver!
La señora Basilisa llamó a la puerta del señor Amador
—¿Quién hay por aquí?
El señor Arroyo no contestaba.
—Quizá esté dentro de la alcoba, que es la última habita=
ción. Voy a llamar más fuerte. da
Y el señor Melquiades golpeó con la nalma de la. mano la.
puerta.
—¿Quién hay por aquí!
—Mire, no tiene cerrada la puerta, señora Basilisa. ¡Qué
raro es en un hombre como el señor Amador!
—Sí que es raro. Muy bien puede ser que se haya puesto
malo y no pueda hablar.
—Mi tía murió de una angina de pecho y se quedó hecha
un Jilguerito,