LA LEY DEL AMOR 431
-—No €s el mismo caso, señor Aracil.
—¿Que no es el mismo caso, señor Topete? ¿Hay o no hay
lógica?
—No quiero discutir con usted porque soy el primero. que
le cree inocente, señor Aracil: pero el niño, al acusar a usted,
ho €s porque alguien le diga que lo haga
—Ni yo, al preguntarle si ha sido el señor juez €s porque
crea que él es quien ha matado a mi cuñado, aunque mi supo-
sición pudiera apoyarse en base más segura que la suya,
=—¿En qué se basa, señor Aracil?
mm E) que el puede salt a O, calle cua ndo quiere y yo no
puedo moverme del sillón donde mi desdicha me tiene sujeto,
Adrián Topete se calló. ¿Qué razonamiento iba a oponer
al de un hombre mposibilllédo?
—Ni en usted ni en él cabe la menor suposición. Todo lo
que hablamos está dentro del terreno hipotético,
—¿Justamente. Dígale a don Miguel de la Ballesta que aquí
me tiene seguro, puesto que no puedo huir. El día que quiera
puede mandar deti tenerme. "Todo Madrid lo aprobará como un
acto de justicia.
Adrián quedóse unos momentos silencioso y abismado. No
podía discutir eon un hombre que tan bien sabía defenderse,
—Mañana—siguió diciendo el señor Aracil—me llevarán a
que me vea un médico... un médico que no sea uno de los
muchos amigos de mi hijo. El, en su dictamen, dirá si-yo
estoy útil para salir a la calle o inútil para verme muy lejos
de toda sospecha.
—Me parece muy bien su idea, señor Aracil. Así se quedará
sta.
tranquilo don Miguel de la B
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—+Hil Senor júuez recibira el dictamen médico de la misma
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mano del cdoctor. Asi aún du laa ME*nOoSs,
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Que te parece, Manuel?—inquirió Adrián fopete