Moisés estremecióse y gus ojos brillaron como los de un
!
gato en la obscuridad.
diciendo el recadero del marqués
Cu
—Muy interesa
. d ; 1ion le a Aiokhñ nía A A
k donante—, 1ay quien le na aicio que no es verdad que
atás imperdie
estas 1Mmpedido.
Pero
r
á
¿=¿Que no. estoy impedido? Mire, bien a. la yista está.
Y Moisés, recogiéndose el calzón, le enseñó la esquelética
pierna, que cuando, salía a pedir en el carritó se echaba sobre
el hombro.
—Bien ve usted, que aquí.no hay engaño. Y el señor marqués,
, :
si me ha visto a mí por la calle...
Ml 5 J a á y ki ca pl e de y 1,
—-Te ha visto, pero quiere que te vea su médico para acabar
de asegurarge.
- —No me opongo a ello. El día que quiera mandármelo,:que
me lo diga, y. aquí le esperaré,
—Te llevaremos a sú casa en un auto, y allí te.mirará.
=—Nada, nada. Mañana mismo, si él quiere.
—Querrá; pero espera unos momentos... ¿No tienes otra
ropa más decorosa?
—No, señor. Esta que me ve usted puesta es la de los do-
, 1 J
Wo mingos y días de fiesta. ¡Bien podría mandarme algún traje-
cillo el marqués! .
—T+ voy a tomar la medida, ya que con esta ropa no te
puedo llevar al médico, el cual es uno de los más afamados de
Madrid.
Y. el criado del marqués, con una cinta de las llamadas
métricas, tomó medida a Moisés.
—Mañana cuando venga para llevarte a casa del doctor te
traeré hasta un sombrero.
—(Que Dios se lo pague al señor marqués y que éste no se
olvide de mí.