LA LEY DEL AMOR 527,
] Y haciendo un ligero saludo a Mercedes dió media vuelta
y se dirigió a la puerta de la quinta, no tardando en alejarse
de allí.
Mercedes quédóse más pálida que una agonizante. José
bufaba como un gato montés
—¿Qué le tenía yo que lr dicho a ese hombre?—dijo
ste último, mientras se mordía el labio inferior.
-—José, te pido por lo que más quieras que no le digas nada,
Si se Sriterlaad de que este niño es hijo de Nara lina la ma-
taría. :
-—¿Y quieres que yo acepte una deshonra que no es tuya?
-—No quiero que la mate. | q
—¿Y si yo te hubiera matado a ti siendo inocente?
-—Hubiera muerto con la palma del martirio. Además, quie-
ro tanto a este angelito que me pongo mala ante la sola idea
de que puedan quitármelo, Que me lo dejen. ¿No te da pena
verle' abrazado a mí?
—¿Y, a ti no te da pena-que si-te hubiera dado muerte, sien-
do imoce nte , mi alma hubiera ido a parar a las tenebrosida-
des del Infierno?
—i¡José—sollozó—, no me hagas sufrir tanto! ¡Ten piedad
de esta desdichada! -
-—¿Que té hago sufrir mucho? ¿Quieres que me aparte de
| tu vista y no vuelva más por aquí?
Mercedes hizo con la cabeza un movimiento negativo, No,
q ho quería
—Josó, no te culpo a ti de mis sufrimientos, pero si a los
cuatro años descubrieras ahora el pecado de Marilina, ¿de
qué serviría mi sacrificio?
Mercedes rompió a llorar con amargura,
LiNó seas malo!—dijo el niño, desprendiéndose de los bra-
zos de Mercedes—. ¡No hagas llorar a mi mamá!
e
Sa