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Capítulo L Vil
EL JUEZ Y EL LADRON
A] juez, Manrique de Lara y todos los
que quedaron encerra
terráneo, al darse cuenta de lo que les
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había sucedido, bramaron de coraje
y rodearon al herido, de cuya*cabeza
: als Ea
manaba sangre en abundancia. La
linterna del agente, con si
«y y jm] md sy mnoanlan dará
nos y amarillentos resplandores,
cía más triste aquella escena, o
Manrique arrodillóse junto al herido y le reconoció, sin
importarle mancharse el abrigo de sangre.
—No ha muerto—afirmó.
Jon Miguel de la Ballesta arr dillóse también y vió que
,
el herido se movía y se quejaba débilmente.
44 -—Hay que vendarle inmediatamente la herida
s ] 2 WA A 1.1,
ner la hemorragia—le dijo a Manrique.