626 LAURO LAURI
raba a todas 'partes con los ojos muy abiertos, y cuando veía
a alguna mujer que lle vaba algún niño de la mano crecía su
atención.
“No es Marilina; no es Mercedes.”
Y después de asegurarse de que no eran elias seguia su
que él mismo no entendía,
camino murmisrando £1
Aproxjmóse la nocho y aún seguía rondando por aquellos
alrededores.
in 'sus andanzas llegó fronte a la puerta del café de San
Isidro y miró a su interior, No había una sola: mesa degocu-
pada; mas ello no fué obstáculo para Aracil, el cual entró,
altavero y decidido,
Quiero un café con muchas tostadas —le dijo a un cama-
rero que con-una servilleta al hombro pasa ba por allí,
-—Al momento, señor.
Miróle con atención y mo pudo. por menos de extr añarse
al ver a aquel hombre con la locura retrata da en la mirada.
ora en su ropa, toda rota y llena de manchas, se notaba
un gran desaliño. Í
“¡Qué hombre más varo y más desastrado!-no pudo por
menos de murmurar—. Tendré que avisar al jete, y que él
decida.” :
Y llezando al lugar donde se hallabasel ¡cie la señaló con
la- mano a don Manuel.
—Mire, don Amadeo... Aquel hombre no me hace gracia.
Mire qué gestos hace; parece que es tá loco. Acérquese, acér-
quese por allí,
El nenReN AAA le miró y.no pudo reprimir una
mueca de disgusto,..,
—No sé quién es' ese hombre—musitó--. ¿Quién será y
HH
cómo se habrá atrevido a entrar asi, con ti da la ropa des.
trozada?