702 LAURO LAURI
—¡Ay, mi hermanito! —sollozó—. ¡Ay, madrecita mía, que
se nos muere mi hermanito!
Empezó a besuguear al niño, Mientras Pepa lo cogía y lo
estrechaba contra su pecho con amor maternal.
—¿Qué es esto, Maravillas ?—preguntó don Alvaro a su
amante—, ¿Qué misterio hay aquí?
Y la miró con los ojos muy abiertos, que parecía que que-
rían asesinarla, /
—¿Qué es esto?—insistió—. ¿Así, que ese niño no es tu hijo?
—¡Alvaro, no me mires así, que me haces daño!
—¡Me has engañado miserablemente!
Y levantando su puño de hierro lo dejó caer sobre la nuca
de Maravillas, que cayó al suelo como si hubiera sido herida
por un rayo.
—¡ Te dejo por mala! Ya no podría quererte de ningún modo.
Y salió de la casa, dirigiéndose a la suya. Un infierno ardía
en su alma, aborreciendo con sus cinco sentidos a la raza gl-
tana.
“El día que un gitano me pida una moneda le mato.”
Marilina, al verle tan pálido, le preguntó si le había ocu-
rrido algo o estaba incomodado.
—Me han salido hoy mal unos negocios—mintió—. Mañana
me saldrán bien. No hay que apurarse.
he no salió, y esto llamó mucho la atención 4
Aquella noc
Marilina.
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¿Qué motivará su rara conducta?
A
: Tendrá alguna rela
ú
ción con los habitantes de la quinta?”
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Al día siguiente le vió más tranquilo,
Marilina—le dijo a eso de las diez—, no habrás olyidad0
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ouzo hoy, a las doce, tenemos que 11 a la; Quinta de la Fe, All
tienes a Mercedes y a su hijo, al que tanto quieres, ¿Qué (0
omats ,
sucede, que parece que te hallas disgustada?