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LAURO LAURI 
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—Ahora pareces que vamos a entendernos: ¿Te parece que 
hablemos de tu hijo? 
—¿Qué quieres que hablemos de ese desdichado? Ya te ha- 
brá dicho Mercedes... : 
—Que se fracturó una pierna al saltar la tapia de la quinta 
y que tuviste que llevarlo sobre tus espaldas 
—¿No te dijo nada más? : 
—Que Juan le había escayolado la pierna y que su curación 
sería cuestión de días, 
—Juan es un gran.médico y un buen hijo. El día que yO 
quiera hará recobrar el juicio a su hermano. . 
lanca Nieves se estremeció y miró con fijeza a su cuña- 
do, el cual, muy sereno, sostuvo la mirada. 
—¿No quieres que eure a su hermano en seguida?—e pre- 
guntó Blanca. 
—No—repuso con sequedad don Juan Manuel—. Mi hijo 
sería mucho más desdichado en su sano juicio. 
—¿Y a ti no te da pena que viva como muerto? 
—Manuel no vive como muerto, sino como vivía cuando era 
un niño. Hoy es un hombre que no siente ni padece y que ha 
vuclto a los dichosos años de la infancia. 
—¡No seas aí, Juan Manuel! Márchate de España y sé otro 
hombre distinto al que ahora eres. y 
—Aíúmn no soy millonario como tu inarido, 
——MÁú marido no ha ganado el dinero como tú. 
—Mucho peor. Tu marido ha ganado sus millones expiotan- 
do a los braceros malagueños, a los que da seis reales de jor- 
nal. 
—Hablemos de nosotros, Juan Manuel. Mi esposo y tú sois 
dos ladrones muy honrados. 
—Me alegro que nos hayas ioualado. “El que esté libre de 
] ” 
pecado que arroje-la primera piedra.”
	        
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