LA LEY DEL "AMOR 815
y vámonos a dormir. Mañana tenemos muchas cosas que ha-
cer antes de salir de Madrid. E
Muy poco más hablaron y cada uno se dirigió a su dor-
mitorio. Mercedes se hallaba en el suyo y dormía abrazada a
su hijo.
Al día sisuieñte, a eso de las diez de la mañana, fué lla-
mada por don Juan Manuel, que estaba sentado ante su mesa
de despacho.
— Buenos días, señor. Me ha dicho Jeromo que quería usted
hablarme.
—Y no te ha engañado. Quiero hablarte pata decirte que
Juan y yo nos marchamos mañana de Madrid.
—Me alegro y lo siento, señor.*¡Que Dios no les deje de su
mano!
Que El te diga, yá qué a mí no puede escucharme por mis
muchas maldades.
Mercedes le miró con fijeza y sus ojos se llenaron de lá-
grimas, que se deslizaron mansamente por sus tersas meji-
llas. Don Juan Manuel reparó en ellas y se estremeció.
“Mercedes es un ángel”, se dijo.
—¿Y quién se queda con nosotros?—inquirió Mercedes, que
estaba algo aturdida y nerviosa.
—Pensaba llevarme a Jeromo, pero Ae dejo aquí. Además,
si algo os ocurriera llamas a-este teléfono y en seguida ven-
drá un hombre a auxiliaros.
Y el ladrón misterioso entregó a Mercedos una tarjefa con
un número. Acto seguido le entregó unos billetes
—Toma. El día que se te terminen llamas adcrtde te tengo
lo dicho.
—Muy bien.
Le hizo algunas advertencias más y llamó a Jaromp, el
cual acudió inmediatamente.