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LA LEY DEL AMOR 87 
Al mediodía puso ella la: mesa y don Juan Manuel la 
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TIMO. 
“Tú aún no puedes trabajar. El día que estés bien ya le 
ayudarás a Jeromito. 
El mulato, ante el acento imperativo del impedido, $e 
asustó, 
Ella lo ha querido; mo me riña su merced por ello. 
Mientras no esté bien del todo no le. permitas hacer nada, 
-—Anoche me dijeron lo mismo los amitos. 
«Y yo te.lo repito hoy. Esta señorita noes aquí Una eria- 
da, sino, una hija más. 
Mercedes le pasó una mano por; la, frente y le aplacó. 
— ¡Quiere usted que no salga de. mi alcoba, y. me MUera 
allí de aburrimiento?—le dijo por. defender, al mulato Je- 
TOMO. 
-—(Quiero que recorras toda la casa, pero que no trabajes. 
mientras no te:dé de alta mi hijo Juan. 
—Pien, bien; no se incomode. 
—Si no me incomodo, hija mía. 
Y don Juan Manuel sonrió con. una, amabilidad que no 
era en él habitual. Mercedes, con aquella bondad y aquel 
agrado que emanaban desu rostro encantador, transformaba 
el águila real en un inofensivo jilguero, 
Apartó la-comida de Juan, que llegó ¿a las cuatro, de la 
tarde, y la de Manuel para cuando llegara por la noche. 
El día transcurrió monótono y: silencioso en aquella casa, 
que parecía un monasterio, 
Al anochecer don Juan Manuel pidió la cena, que le sir- 
vió el mulato. 
-—Anoche—dijo-—-me desperté a las dos/y ya no pude 'dor- 
mir. Quiero ver si esta noche lo hago. 
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-¿ Toco el timbre cuando Jegue el niño, o no hago nada?
	        
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