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LAURO LAURI
Y. él médico se llevó una máno 4 una pierna, haciendo un
gesto de dolor.
No quiero eansarle con mi relato—continuó—, Me con
cretaré a decirle que al pasar por estos andurriales se espan.
taron los animales al oír el canto de un mochuelo y nos de-
rribaron a los dos. Yo apenas me hice nada; pero el señor que
me acompañaba quedó en el suelo herido de alguna consi-
deración.
—¿Y dónde está?—inquirió el arriero, muy interesado.
Tendido sobre un montón de hierba.
Vamos a buscarle y lo llevaremos a mi casa, si no lo tiene
a menos. Y usted monte en el borriéo, ya que: también está
lastimado.
Don Juan montó en el burro con cierta dificultad, y agas
rróse al talego.
—Arree usted al burro y se ganará las quinientas pesetas_si
llegamos a tiempo de salvar al herido. ¡ Árree!
El gitano así lo hizo y el cansino animal tomó, un ligero
trotecillo.
—¡Arre, borrico!
“Maleomío”, como le llamaban al gitano, por tener menos
carnes que un potaje, corría más que el asno, y a cáda mo;
mento,le acariciaba las nalgas con una vara de fresno. El
sufrido pollino parecía que iba a desbocarge.
—;¡Agárrese, no le tire! ¡Árre, borrico! ¡Maldita sea tú
alma!
Don Juan miraba en todas direcciones. No tardó en ver el
árbol donde se habían caído la noche anterior.
—¡ Mire, allí es!
A eitano tiró del ramal y el borrico paró en seco, descen
dieudo don Juan trabajosamente,
- Aquí estás