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910 TAURO LAURI
Josita guardó silencio y miró a su hermana, que era tam-
bién bellísima, Morena blanca, tenía un tipo escultural y
bonito y unos ojos mástnegros que una noche sip luna. No
se había casado, pero más de cuatro decían que era la amante
de un marqués, ,
«—Márchate con tu esposo—le dijo a Josita—, Yo te acom-
pañaré y me quedaré en tu casa esta noche.
En aquel niomento llamaron a la puerta, haciendo el alda-
bonazo estremecerse a las dos hermanas.
¿Quién va?-—inquirió Aurora,
Servidor,
—YPu marido, Es tú marido, querida Josita!
Abrieron y. apareció el “Malcomío” en el umbral de la
puerta. Josita, al verle, hizo un gesto despectivo,
—Buenas noches—dijo, entrando en el portal=, ¿Y si yo
ahora me incomodara y te dijera uña cosita muy bien dicha?
f, Te crees tá que una mujer honrada puede dejar abandonado
h su marido sin que le eche una multa el juez?
—¿ Y tú crees que se puede martirizar a la mujer más bonita
de toda España?—le dijo Aurora, saliendo en defensa de Jo-
sita.
—¿Que la martirizan? ¡Jesús! Si es ella la que trae mártires
a todos los que están a su alrededor.
-—¡ Mira qué pena que el tiro que dejó sin marido a Mara-
villas no la hubiera dejado a esta desdichada!
—No se te puede decir a ti lo mismo, puesto que no lo tienes,
Ni falta.que me hace. Bigardos como tú los tengo a mon-
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