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912 LAURO LAURI
— ri ué7-—preguntó a Josita.
iros q vto 3 ésta,
rechemos la ocasión.
8 lante puso el coche en marcha, sin hacer
rá de sorpresa que puso la mesonera. VMLuy pron-
to hall óse a varios kilómetros del mesón. En aquellos instan-
tes sólo quería ge
donde se había portado de una manera tan infame,
Josita, aunque pálida, J0h serena. El peeho de las mujerés
es un arcano, y muchas veses rebosa de odio el que parece que
nar terreno y alejarse de aquellos lugares
1 ?
está lleno de amor.
No hay mujer más propensa a la traición que la que tiene
un alma aventurera. pole no había nacido para vivir ence-
rrada en una casa, aunque en ésta no le faltase un billete y.
tuviera el apasionado amor de su marido,
4 auto rodaba por las extensas llanuras de la Mancha.
4 derecha e izquierda iban. quedando pueblos y “aldeas,
E le éstas se detuvieron.
4 una €
—¿(Jué?—inquirió el doctor. ¿Les parece que ya es hora
de que tomemos algo?
—Sí, con tal de que no perdamos mucho tiempo.
Bajó don Juan del coshe junto a una taberna, y entrando
r
en ósta salió a los pocos momentos con dos paquetes y una gas
rrafa de un vino especia)
, que, según le dijo el manciiego,
resucitaba a un muerto.
—Aquí traigo de lo mejor que había en la casa: «un pollo
con tomate, un conejo con ídem, embutido y. queso curado
en aceite.
| ,
Y subiendo al coche en pocos segundos reanudó la mar-
cha sin querer tomarjnada, :
—Más adelante tomaré algo—se excusó, al mismo figmpo
que pisaba con fuerza el. acelerador, -