LAU
RO LAURI
“Jeromo quizá esté intranquilo or la tardanza. No quie=
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ro hacerle sufrir.” :
Iniciaron el regreso, y en el do de Toledo tomaron
ercedes la dirección.
—Número 2 de la calle del R ollo. ¿sabe?
Ella no se dió cuenta, pero nosotros sí. Al lado de ella un
un taxi, a cuyo chófer dió Mer
hombre alto y fuerte la escuchó y s od de un modo satis-
fecho y enigmático..
Muy pronto llegaron a la casa. Mercedes llamó a la puer-
ta e inmediatamente abrió Jeromo.
—¿Qué? ¿Se ha despertado el niño?
-—No, señora. No se ha movido el angelito.
—Más vale así.
—¿Y don Manuel? Se le nota que viene muy alegre.
—No te digo que no. ¡Si hubieras visto cómo miraba a los
tenderetes de San Isidro!...
—¿Han estado allí?
—¿ Te parece mal?
—Muy bien, doña Mercedes. Al señorito deben sentarle
muy bien esos paseos, y algún día debía sacarlo fuera de
Madrid.
——No me atrevo. Podría ocurrirle aleo, y qué diseusto para
¿ yq ¿
11.
Y diciendo esto cada uno marchó a su dormitorio.
Tres días transcurrieron sin salir a la calle por estar algo
malucho Manolito. En un descuido de ¡Mercedes se comió
ocho albaricoques y le hicieron daño.
Curó bien pronto, y un hermoso anochecer le sacaron a
pasear a.la Moncloa, viéndole correr por las hermosas ave-
nidas.
Manuel corría también con el niño, pero no con saltos