2856 LAURO LAURI
“¿Me habrán envenenado para evitar que me ahorquen?
Lo raro es que no me duele nada.”
Secóse con la sábana el frío sudor que bañaba su frente.
“Lo malo será que delire cuando me lleven a la enfer-
mería.”
Muy pronto quedóse adormilado. Al amanecer tenía más
fiebre que cuando se acostó.
“Sigo sin tener ningún dolor. Envenenamiento, no es.”
'Al filo de las ocho un empleado de la cárcel le pasó el des-
ayuno.
—¿ Qué le sucede que aún está en el lecho?-—le preguntó.
—Que tengo fiebre y no me encuentro bien. Seguramente me
sentó mal la cena.
—Ayvisaremos al médico, y si a él le parece se le trasladará a
la enfermería.
Tocóle las sienes y pudo apreciar su estado febril. No le
engañaba, no.
—No tardará en venir el doctor—le dijo al salir,
Así fué, puesto que una-hora después entraba, el médico
en la celda que ocupaba Aracil.
—¿Qué pasa aquí? ¿Qué tiene este. hombre?—preguntó con
alguna amabilidad.
--Que me debió de hacer daño anoche la cena—mintjó don
Juan.
El doctor le aplicó el termómetro y vió que tenía cuarenta
grados y una décima. Le reconoció superficialmente y le dijo:
—Aquí no le puedo ver. Voy a ingresarle en la en fermería,
y allí veremos qué hacemos.
En aquella misma mañana fué don Juan trasladado.
En la sala había ocho enfermos. Don Juan no se fijó en
los primeros momentos, pero cuando llevaba poco más de UA