LA LEY DEL AMOR 2861
a es cestas con comida para don Juan Manuel y para
SU hijo. Esto lo hacían igualmente con muchos otros presos,
Por e que no inspiró la menor sospecha,
Pero ella sí sospechó. ] Manolito, por mandato sin duda de
Su abuelo y de su tío, les había env enenado con algún tóxico
Mortal que les había echado en algún alimento,
Horrorizóse de ella misma, y cuando vió a Manolito no
Dudo menos de echarse a temblar,
T¿Han muerto?—inquirió con un aplomo-que hizo pensar
2 Mercedes que era el más vulgaride los asesinos,
a
Cara
Han muerto—musito Mercedes, sin atreverse a mirar
4 a cara al muchacho.
—Tienes que ayudarme a amortajarles para sacarlos de
dGuí esta misma noche. No tardarán en llegar el juez y el
Médico Para realizar la oportuna diligencia judicial,
—¿Y qué sucederá, después de practicada la mencionada di-
ligencia? a,
T—Los trasladarán en wm furgón al Depósito del cementerio
de la Almudena.
—iQué disgusto tendrán tus padres! ¿No es cierto?
No. El disgusto hubiera sido mayor de haber muerto
ajusticiados.
¿No me pedirá a mí cuenta la justicia divina?
Ni la justicia di vina ni la humana. Tú alma está limpia
de Pecado.
7 Y
la tuya, hijo mío? Mucho más me interesa la tuya
Que la mía.
; patercumpién onse al oír que alguien se acercaba. » lano-
lito se asomó a la puerta y volvió a entrar al instante acom-
dañado dí 1; juez y del médico de la cárcel, a los que seguía
Un en AAA del ad iento,
—No han podido recibir los auxilios espirituales, señor.