Full text: [2] (2)

2870 LAURO LAURI] 
Y entrando en la cocina no tardó en salir lleyando en 
la mano una taza de humeante café, que dejó en la mesita 
de noche de la alcoba de don Juan. 4 
-——¡ Así me gusta a mí, señora Isidra! El café muy caliente le 
hace entrar a uno en reacción, y más cuando se está dando 
diente con diente. q 
—¿Quiere usted una copita de anís? 
—¡Bien! Después del café no vendrá mal una copita de anís. 
La señora Isidra le llevó una botella del mencionado licor, 
y don Juan bebió una copita con verdadera delectación. 
— Aquí, sobre la mesita, se la dejo por si quiere repetir, 
Y la señora Isidra salió de la estancia para que don Juan 
La dá 
se ac 
ostara, como así lo hizo, arropándose hasta la cabeza con 
la sábana y con dos mantas de lana. 
No tardó eñ quedar profundamente dormido. Don Juan 
Manuel también hacía lo propio. 
La señora Isidra no salió a la compra por si acaso la lla- 
maban y al ver que no estaba lo tomaban a mal, 
Don Juan fué el primero que despertó y salió al comedor. 
—¿Qué dice la señora. Isidra?—inquirió, 
—¡ Hombre, buenas tardes! ¿Qué tal se ha descansado? 
—Muy bien. 
-—El señor aún duerme. 
—(Jue duerma todo lo que quiera. 
-——No he preparado aún la comida Usted me dirá lo que 
quieren. Tengo un buen pedaz 
o de tocino magro y media do- 
cena de huevos, 
—Es suficiente. A mí me hace una sopa de ajos con dos 
huevos, y al señor, lo que él diga. 
Oyóse en la vecina aleoba una ] 
penetró en la misma, hallando-a 
abiertos, 
igera tosecilla, y don Juan 
su padre con los ojos muy
	        
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