2870 LAURO LAURI]
Y entrando en la cocina no tardó en salir lleyando en
la mano una taza de humeante café, que dejó en la mesita
de noche de la alcoba de don Juan. 4
-——¡ Así me gusta a mí, señora Isidra! El café muy caliente le
hace entrar a uno en reacción, y más cuando se está dando
diente con diente. q
—¿Quiere usted una copita de anís?
—¡Bien! Después del café no vendrá mal una copita de anís.
La señora Isidra le llevó una botella del mencionado licor,
y don Juan bebió una copita con verdadera delectación.
— Aquí, sobre la mesita, se la dejo por si quiere repetir,
Y la señora Isidra salió de la estancia para que don Juan
La dá
se ac
ostara, como así lo hizo, arropándose hasta la cabeza con
la sábana y con dos mantas de lana.
No tardó eñ quedar profundamente dormido. Don Juan
Manuel también hacía lo propio.
La señora Isidra no salió a la compra por si acaso la lla-
maban y al ver que no estaba lo tomaban a mal,
Don Juan fué el primero que despertó y salió al comedor.
—¿Qué dice la señora. Isidra?—inquirió,
—¡ Hombre, buenas tardes! ¿Qué tal se ha descansado?
—Muy bien.
-—El señor aún duerme.
—(Jue duerma todo lo que quiera.
-——No he preparado aún la comida Usted me dirá lo que
quieren. Tengo un buen pedaz
o de tocino magro y media do-
cena de huevos,
—Es suficiente. A mí me hace una sopa de ajos con dos
huevos, y al señor, lo que él diga.
Oyóse en la vecina aleoba una ]
penetró en la misma, hallando-a
abiertos,
igera tosecilla, y don Juan
su padre con los ojos muy