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LA«LEY: DEL AMOR 2879 
glacial helaba la sangre en sus venas. ¡Aquella voz era la del 
Muerto, era la del “Misterioso”! 
Nuevamente iluminó la habitación un resplandor rojizo. 
El aparecido se había quitado la sá 
Y ante los sorprendidos ojos de AL 
Se perfiló la figura del “Misterioso”. 
dy! > A O 
hana cop que »e envolvia 
e 
elín y de la “Andaluza” 
Este, como hemos dicho, llevaba una espada en la diestra 
Y con ella parecía el ángel exterminador. 
Apuntó con ella al pecho de Abelin, 
—¡Te queda un minuto de vida!—le dijo con voz coléri- 
ca. ¡Encomienda tu alma a Dios, pues voy a matarte! 
Abelín no podía despegar los labios y le miraba con los 
Ojos muy abiertos. Marisole se arrodilló a sus pies. 
—¡Misericordia!—imploró con desfallecida voz. 
—¡Ja, ja, ja!... ¡Misericordia!... ¿La ha tenido él de mi? 
Abelín dejó escapar un gemido. 
sy El dinero! ¿Dónde tienes el dinero? ¿Dónde tienes las 
J0yas que me has robado? 
"lin la casa del juez-—repuso el muchacho con débil voz. 
—No hagas que te atraviese el pecho con la espada. 
"¿Qué dinero quieres por la vida del muchacho?--pregun- 
tóla la “Andaluza”. 
—Un sér de ultratumba no necesita riquezas materiales, No 
hecosito dinero, Sólo quiero que no se me engañe, que no se 
Me mienta, y tú has empezado a mentir, 
Y apuntó con la espada al corazón de su hijo, 
—¡No lo mates y te daré todo el dinero que tengo depositado 
en el Banco! 
El aparecido miró. de un modo indefinido a Marisole. 
—Nog quiero vada para mí; lo quiero para los menestero- 
ÑOs, para los pobres que gimen en los hospitales. "Todo para 
ellos : nada para mi,
	        
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