2880 LAURO LAURI
Y avanzó hacia la asustada mujer con los brazos extend"
didos.
Marisole dejó escapar un gemido al sentir sobre su fren*
te el contacto de una mano extremadamente fría,
Aquello era mucho más de lo que podían resistir sus net-
vios, y cayó al suelo desvanecida. :
La misteriosa aparición encendió otra bengala, que dejó
sobre una mesa, y entonces vió que su hijo también se habla
desmayado.
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Esperaré a que vuelvan en sí”, musitó el “Misterioso”
Y al decir esto encendió la luz de la habitación.
“Aseguremos a las muchachas”, se dijo de nuevo.
Y dirigiéndose alas habitaciones de las loncellas las nal”
eotizó con un pañuelo impregnado de éter.
lc he quedado solo—musitó—. Ahora me dedicaré CoD
tranquilidad a buscar lo que es mío. El debe tener las joya8
escondidas en algún rincón de la casa.”
Y empezó el registro por el despacho que había sido suyó
por espacio de un año, po
Buscó en los cajones de la mesa, pero no encontró más
que unas mil pesetas y algunos documentos que no le lla-
piaron la atención,
“Aquí no hay nada”, dijo despreciando el dinero y dirl-
giéndose a un viejo: sofá de anea que había en la contigua
habitación.
Empezó a buscar entro la espadaña y de pronto exclamo:
“Aquí está lo que buseo.”
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ebajo de uno de los almohadones había tocado un ob”
Jjeto duro, que pudo sacar no sin árañarse una'mano.
“¡El saquito! —exclamó-—. Aquí está lo que me ha traído
a esta casa.