Full text: [2] (2)

LA LEY, REL AMOR 2919 
ver que el agresor alzaba la mano armada con una navaja 
se interpuso entre los dos, recibiendo en el pecho la puñalada 
que le eausó la muerte, 
rusa y continuó: 
yo 
y 
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—Jeromo, como así se llamaba, era Un serviGot ¿M4) 
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ed no sospecha quién pueda ser ese hombre? 
¿Ni sospecha quién pueda haber armado esa mano? 
—Aunque lo sospeche... ' : 
y Qui dó unos momentos silencioso. 
SEN: OI aque sospeche no puedo denunelarle 
No—musitó—. Aunque sospeche no puedo denuncialie, 
No tengo la seguridad, y mejor quiere que quede impune el 
Crimen que acusar a un inocente, 
—Es que ha, muerto un hombre, y su muerte no puede 
Quedar impune. 
—Pero temo equivocarme, y mi equivocación puede costarle 
Muy cara a quien quizá no sea culpable. 
al 
SL Na Ta Tmatioi han so 
To. La Justicia no obrará a la ligera. 
—Bien; hay en Madrid un hombre y un mo” Vayie: 
Ten muy mai. 
—¿ Quiénes son ese hombre y ese mozo? 
El mozo, se llama Abelín; el hombre don Alvaro Mala- 
espina. 
Y Manuel dijo al juez dónde vivían sus dos enemigos. 
—¿No puede usted darme más detalles? 
-—No, señor. 
El juez llamó al señor Abelardo, y éste le dijo lo que ya 
saben nuestros lectores. El no había conocido a don Julián 
Torrero hasta la noche en que cayó desplomado a la puerta de 
1 
sú casa. 
—Meo dijo que se había roto los huesos de la rodilla. Yo le 
a ha pasado el día de hoy. Yo 
ara 
alquilé una aleobita, y. en e
	        
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