LA LEY DEL AMOR 2965
Un nuevo maullido le hizo aligerar el paso a Josefina,
Al momento estuvo de vuelta. !
—Tome la cuchara, señorita.:. ¡ Ay, qué miedo me da!
Isabel cogió la cuchara, la llenó de varne picada y a tra-
vés de los hierros la aproximó a los labios del gato.
En un momento se tragó el felino la cucharada de carne,
y. de nuevo llenó Isabel la cuchara.
—¡ Toma! ¡Toma!
Y así, tras de una cucharada otra, le d10 todo 10 que con-
tenía la fuente.
—¿Te fijas en el hambre que tiene el pobre animal? ¡Se ha
comido más de un kilo y aún parece que quiere más!
—(Quizá ahora tenga sed—dijo la doncella, la cual seguía
acobardada.
—Trae un jarrito con agua y le llenaré la jícara que hay
dentro de la jaula. Es fácil que tengas razón...
Al instante volvió Josefina con el jarro, e Isabel, subién-
dose sobre una silla, vertió por entre los hierros el agua del
jatro a la jícara.
lista se llenó hasta los bordes, salpicando la madera del
piso de la jaula.
El gato erizó el pelo y huyó del agua.
—¡Mira, Josefina, mira! ¡Se asusta del agua y no la quiere
beber! ¡ Huye de ella! ¡La aborrece!
—¡ Y nuevamente muerde los hierros! ¿Qué le pasará que
Parece como-*si los ojos se le fueran a saltar?
—¿Quieres que lo soltemos y abramos el balcón queda al
jardín? ds
No mo atrevo, no sea que su papá se entero por al
de los jardineros.
guno
+—¿Te parece que lo soltemos esta noche?
——Mucho mejor será, señorita. Esta noche, tras de daxle algo,