2088 LAURO LAURI
-—Porque al luchar con el último herí sin querer al mulato,
que se había puesto por medio,
-—¿Qué era el mulato del doctor?-—le preguntó el juez al
ver que el asunto se enredaba.
—Me parece que su criado, aunque no lo sé cierto,
—¿Y por qué quería usted matar al mencionado médico?
¿Qué motivos tenía usted para desear su muerte?
—El motivo no era otro que el de ser hijo de un famos0
ladrón llamado el “Misterioso”.
--No—dijo el magistrado, haciendo con la cabeza un mo"
vimiento negativo—-. No'es ese el motivo, ni usted quería
asosinar al doetor por ser hijo del “Misterioso”, No mienta ni
complique más su situación.
-— ¡Señor A rtamudeó el criado de don Alvaro al
oír las palabras del magistrado.
¿Quiere usted que yo le diga la verdad de lo ocurrido?
le dijo éste—. Escúcheme y yerá cómo yo estoy enterado de
la verdad de lo ocurrido,
Jordán guardó silencio y su mirada quedó fija en el severo
rostro del magistrado.
—El que le pagó la muerte del doctor fué un hombre qué
ya no existe, ¿no es cierto?
—Mi-—musitó Jordán—. El hombre. que nos pagó la muerte
del doctor ya no existe
—Fué don Alvaro Malacspina... ¿Me equivoco?
—No, señor; no se equivoca usía. Don Alvaro odiaba *
muerte a don pr RU Aracil y me dijo que me daría hastá
un millón de pesetas si encontraba un hombre que eliminas
del mundo de los vivos al doctor.
—Y usted encontró uno, al que pagó con billetes falsos. No
está mal. Arrojó la piedra y escondió la mano,